sábado, 26 de mayo de 2012

La maldición de don Alfredo es tener oro en su tierra






Por Vianco Martínez
Redacción Central

-Las autoridades están cambiando oro por espejitos y presentando como un gran logro lo que es unavergüenza nacional -Ojalá que el pais entero no termine como la finca de don Alfredo

SANTO DOMINGO.-
Le rompieron su casa pordiecisiete partes, le destruyeron los alambres de la finca y le robaron latranquilidad de su reino. Pero lo peor de todo fue que despedazaron su mundo,que era el mundo de sus viejas certidumbres, y lo llenaron de dudas y preguntasque nadie ha podido responder sin tener que recurrir a una colección de mentirasbaratas y artificios.
Él se llama Alfredo Zacaríasy tiene 81 años. Es campesino de pura cepa y vive –si a eso aún se le puedellamar vida- en Los Martínez, una pequeña comunidad de Maimón, provincia MonseñorNouel, dedicada a la agricultura, y que una vez fue apacible.
La maldición de donAlfredo, su mayor desgracia y su más pesada cruz, hasido que en su tierra encontraran oro. Desde que eso ocurrió su vida y la de sufamilia cambió para mal. Y ahora sus días son una simple sucesión de angustiasinenarrables y sufrimientos sin fin.
La Corporación Minera Dominicana (CORMIDOM), mejor conocidacomo Cerro de Maimón, inició sus operaciones de extracción el 19 de noviembrede 2008, bajo una concesión del gobierno dominicano que le entregó el controlde las aguas, de las piedras, de las lluvias, de los árboles, de los caminos, delos montes, de los atardeceres, de las mañanas, de las plantaciones, de lasnoches, y con ello le entregó el destino de la gente.
Don Alfredo llegó allugar hace más de cincuenta años. Entonces, no había mundo ni había nada. Laluz del sol no entraba, y era tan espeso el breñalque las estrellas se quedaban afuera. Con su aliento, hizo el mundo y lo llenóde luz. Donde se posaron sus manos, crecieron los surcos.
Al poco tiempo, esastierras, que antes eran una impenetrable montería, se convirtieron en el reinode don Alfredo, un reino limpio y productivo, lleno de plantaciones de cacao yde productos menores, donde nacieron sus hijos y donde hoy crecen sus nietos.
El día en que la minera iniciólas exploraciones, ese día se inauguró el Apocalipsis en la comunidad de LosMartínez. Llegó un helicóptero y puso contra la pared la tranquilidad, que erael tesoro del lugar.
La aeronave se pasaba eldía –incluyendo los momentos que la gente tiene reservados para descansar- sobrevolandobajito por encima de las casas, poniendo a temblar los tejados, retorciendo losárboles y las plantaciones, y alterando la paz de las rosas.
La gente andaba al garete,y las vacas, los gallos, las guineas, los cerdos, las gallinas, todos losanimales de crianza corrían sin sitio ante el ruido ensordecedor de aquelaparato nunca visto sobre las plantaciones y gallineros.
La compañía andabaexplorando la zona. Sobrevolaba todo el día de un lugar a otro, espantandohasta las piedras.
Los enojosos vuelos del helicópterose prolongaron un tiempo y los lugareños tuvieron que convivir con aquelinfierno que no escogieron ni deseaban.
Después comenzaron lasdetonaciones. Donde antes cantaban los pájaros, empezó a sonar la dinamita. Lasexplosiones son precedidas de tres toques de sirenas con intervalos de pocosminutos. La peor, según don Alfredo, es la del mediodía porque ya no se puedeni comer tranquilo en su propia casa. “Estamos comiendo y, de repente, ¡pumm! unaexplosión”.
Cuando se produce ladetonación, parece que el mundo se está acabando. Además del ruido que seextiende por todos lados, las explosiones dejan una huella imborrable en la comunidad:las casas se estremecen por el impacto, y a algunas, las más cercanas a la zonade la mina, se les han cuarteado las paredes.
Fueron, precisamente, esasdetonaciones las que hicieron que la casa de don Alfredo, la misma que fueconstruyendo poco a poco a golpes de cosecha y que fuera el proyecto de su vida,se cuarteara por diecisiete partes. Entre la pequeña galería que da al caminoque viene de Maimón y la última pared de la terraza trasera no ha quedado unsolo espacio de la vivienda sin sufrir daños.
La Corporación Minera Dominicana –Cerro de Maimón- essubsidiaria de la compañía canadiense GlobeStar Mining Corporation. Sus operaciones se realizan en la franja comprendida entrelas comunidades Los Martínez y Copey, donde según reportes geológicos, hayreservas probadas de mineral de 4.1 toneladas métricas, con una concentraciónde cobre de 2.9 por ciento, una concentración de zinc de 1.8 por ciento, uncontenido de oro de 1 gramopor cada tonelada y un contenido de plata de 35 gramos por cadatonelada de mineral.
El 12 de octubre de 2011,el gerente de exploración de la mina, Sergio Gelchic, afirmó, muy orondo, que “el modelo conceptual de minado contempla el uso detecnología que garantiza una buena gestión ambiental”. Pero todavía no se completanbien los cuatro años de operación y los ríos ya no sirven para nada. Yano queda un alma en sus aguas: ni un pez, ni una jaiba. Nada. Ninguna especieha logrado sobrevivir después de la mina.

Las aguas, visiblemente afectadas por la intervención dela minera, han tomado un grimoso color oscuro y tienen un fuerte olor a gas.

Don Alfredo teníaveinticinco cabezas de ganado Cebú. Algunas reses bebieron agua del río Sin ypoco después murieron. Según don Alfredo, seempezaban a tambalear, dejaban de comer y al poco tiempo caían muertas. Cuando lasabrieron tenían todo el interior podrido. Otras quedaron visiblemente afectadasy nunca más sirvieron para nada.
Don Alfredo y sus hijostuvieron que levantar una alambrada en mitad de su propia tierra para que elganado no siguiera bajando al río a saciar su sed.
Un día, bajo la presión y la protesta de donAlfredo, la misma minera hizo construir unbebedero para que las vacas que aun quedaban en el lugar no tuvieran ningún contactocon las aguas del río.
Los Zacarías teníanun negocio con un dirigente cooperativista de la zona para que sus vacaspastaran en su finca. (“pagar piso” le llaman los ganaderos). Pero al pocotiempo empezaron a enfermar y tres ejemplares abortaron sin explicación. Elhombre se llevó su ganado para otro lado y tuvieron que devolverle su dinero.Así terminó la actividad ganadera de don Alfredo.
Las operaciones de Cerrode Maimón comprometen las aguas de Sin y Los Corozos, dosafluentes del Maimón, un gran río que une sus aguas a la más importante arteriafluvial de la región: el Yuna. Y entre todos, hacen la gran ofrenda desus aguas a la presa de Hatillo, que da vida a todas las comunidadescircundantes.
Hubo un tiempo en queesos ríos bañaban las plantaciones y regaban la esperanza de los productores;un tiempo en que sus aguas eran cristalinas y bajaban sin reparo de sus lugaresde nacimiento. Hoy son fuentes sin fortuna por cuyas aguas corre el veneno dela ambición.
Además de la tala masivade todas las especies dentro de “su” jurisdicción, la mina ha puesto en peligrola foresta en las zonas aledañas. Y sólo hay que mirarle el rostro a la arboleda para ver cómopalidece ante las presiones ambientales y para anticipar el futuro que leespera.
Las viejas plantacionesde cacao, que eran el centro de la actividad agrícola de la finca, ya no tienenposibilidad. Y así, donde antes reinaba el dios de los surcos y crecíanhermosos los sembradíos, ahora se levanta una yerba mala.
A un costado de lapropiedad de don Alfredo hay una pequeña plantación de naranjas babor que eran la sensación del lugar. Después quela mina empezó sus operaciones, los naranjos de don Alfredo lucen fatigados. Algunosse secaron, y los que quedan se empezaron a resentir.
En los alrededores de lamina toda la tierra está desahuciada y condenada a morir. Ya nadie se arriesgaa sembrar un árbol. Cuando estas fincas eran la gloria de los tiempos, y laarboleda, escoltada por el viento, aún coqueteaba al sol con su frescura, lavida era otra cosa en estas comarcas.
Una vez, don Alfredo fueun hombre rico. Tuvo plantaciones, crianza de animales. ¡Y tuvo sueños! Hoy esun hombre pobre, o peor, empobrecido. De sus viejas ilusiones lo que quedan sonescombros.
Debatiéndose entre elmiedo, la impotencia y la necesidad, muchos campesinos se fueron. Dejaron unavida entera sembrada en estas tierras, y al irse se quedaron sin pasado. Lacompañía puso precio a su mundo y muchos tuvieron que ceder, aceptando preciosde vaca muerta.
Pero don Alfredo sigueahí. Su mundo se está tambaleando, pero él sigue de pie, luchando como un guerreropor el mundo que construyó. Anda solo como una sombra patrullando sus dominiosy auditando su fin. Como en los buenos tiempos, su machete siempre va con él.
Sus contendientes lotienen todo: el dinero, el poder, la alta política y las decisiones. El sólotiene su vida como motivo, y apenas una mano y una pierna para pelear porque yaperdió la mano izquierda de un machetazo un día en que trabajaba inclinadosobre los surcos, y una artrosis le inutilizó la pierna derecha.
Para hacer las cosas comoDios manda y evitar que los acontecimientos se desbordaran y tomaran un caminoindeseado, don Alfredo salió de su casa, muy temprano en la mañana, el 9 deoctubre de 2009 con un folder lleno de fotografías y papeles, y fue el Palaciode Justicia de Bonao.
Allí, en la Primera Instancia de la Cámara Civil y Comercial deBonao, depositó una demanda por daños y perjuicios en contra de Cerro deMaimón. ¡Y vaya usted a ver el caso que le han hecho! Nunca ha sido citado nipor cortesía, nunca cuestionado sobre sus razones, nunca escuchado.
Con tantosfuncionarios santificando la minería, con tantos poderes públicos tendiéndolela alfombra y tanta palabrería a su favor, ¡qué juez le va a poner caso a don Alfredo!
La minería es laactividad económica donde las autoridades han mostrado más entreguismo y dondemás se han arrodillado ante los intereses extranjeros. Hasta el momento se han otorgadomás de 70 permisos de exploración y explotación,y cada día el país se levanta con una nueva y más leonina concesión. Como enlos tiempos de la colonia, el gobierno esta cambiando oro por espejitos.
Tanto se ha envilecido la República Dominicanaen la entrega de sus recursos no renovables, que Daniel Danis, director deUnigold, otra compañía canadiense autorizada por el gobierno a llevarse cincomillones de onzas de oro de un yacimiento encontrado en la comunidad LosCandelones, de Restauración, aseguró en Toronto, Canadá, el pasado mes de marzo,muerto de la risa:
“La República Dominicanaes el mejor país del mundo para explorar oro”.
Cuando la Historia –así conmayúscula- vaya a hablar de esto tiene que empezar por el director general deMinería, ingeniero Octavio López, un hombre que cuando habla no parece unfuncionario dominicano llamado a velar por los intereses nacionales y pagadocon los dineros del pueblo, sino un empleado de las compañías extranjeras queestán depredando el país por los cuatro costados.
Cada vez que se acerca aun micrófono presenta como un gran logro lo que verdaderamente es una vergüenzanacional. Tiene en el cargo lo que Leonel Fernández tiene en la Presidencia, y en esostres periodos no ha tenido más logro que entregar, en las condiciones másvergonzosas, humillantes y leoninas, el patrimonio minero del país.
Están rompiendo lacordillera Central por el medio, por el mismo lugar donde nacen los ríos, yencima Octavio López lo está celebrando.
Si alguien quiere ver elespectáculo de la derrota humana y constatar cómo ruedan los sueños de unhombre trabajador por el despeñadero de un progreso mal entendido, que vaya aLos Martínez. Ahí está don Alfredo acorralado, peleando solo por sus razones.La luna se mudó de su rostro y a cambio le dejó una tristeza nunca vista. Peroni el poderío de la minera, ni la vocación de complicidad de las autoridades,ni la indiferencia de los jueces han podido con él.
Ojalá que todo el país notermine un día como la finca de don Alfredo.