martes, 10 de noviembre de 2009
Una caida y su propia historia: El Muro de Berlin
Por Doris Araujo
Corresponsal en Europa
ALEMANIA. El "mundo vivió a la hora de Berlín" y "el cielo lloraba de alegría", exclamó con orgullo la prensa alemana al celebrar el éxito de la "Fiesta de la Libertad", en la cual los líderes europeos y más de 100 mil personas conmemoraron el vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín.
Por su parte, la prensa europea, haciéndose eco del discurso video sorpresa del presidente norteamericano Barack Obama, exhortó a no olvidar que todavía existen otros muros, todavía muy sólidos, que merecen ser derribados.
"Hoy, todavía hay quienes viven dentro de los muros de la tiranía. Seres humanos a los que se les niegan los mismos derechos que hoy celebramos", dijo el presidente norteamericano.
"El cielo lloraba de alegría", tituló el diario Bild, el más leído de Alemania, resumiendo en una sola frase el mal tiempo de toda la jornada y la alegría de la multitud
"El 9 de noviembre se convirtió, sin lugar a dudas, en la fiesta nacional en el corazón de los alemanes", señaló el diario de referencia Frankfurter Allgemeine Zeitung, aludiendo a un debate recurrente en la Alemania unificada.
Actualmente, la fiesta nacional es el 3 de octubre, día de la reunificación, y no el 9 de noviembre, día de la Noche Cristal, como se llama al programa ocurrido en esa fecha, preludio del Holocausto.
"Se puede festejar una cosa, sin silenciar la otra. Desde hace 20 años, el 9 de noviembre no es más un día de vergüenza nacional, sino también un día de alegría. Ninguna fecha reúne en forma tal los altibajos de la historia alemana como el 9 de noviembre", escribió el editorialista Berthol Kohler.
El orgullo de los alemanes fue matizado por la canciller Angela Merkel, al señalar en su discurso que la "unidad alemana todavía estaba incompleta" porque a pesar de los gigantescos esfuerzos financieros el este de Alemania sigue siendo más pobre que el oeste.
La prensa europea destacó el éxito de la fiesta, pero también los nuevos desafíos que enfrenta el mundo.
"Veinte años después el Muro de Berlín volvió a caer para evocar el pasado e inspirar al mundo en sus nuevos desafíos", escribió el diario español Público.
La victoria del capitalismo en 1989 "no resolvió la cuestión de la justicia social", observó el diario austríaco Kleine Zeitung.
Otros "muros existe en México, Palestina y otras partes, muros que un día habrá que destruir alegremente a golpes de pico", editorializó por su parte el diario francés de centroizquierda Liberation.
Un poco de su historia:
El 9 de noviembre se cumplen 20 años de la caida del muro de Berlín. En la memoria ha quedado una sensación de euforia, casi un recuerdo implantado, omnipresente incluso en las mentes de los que no lo vivieron, o en las de los que lo hicieron con inquietud. Todo borrado. Aquello fue el triunfo de la democracia, una gran fiesta, y punto.
Los más razonables llevaban tiempo criticando la división del planeta en dos bloques perversos que se repartían países y vidas como si jugasen a los dados. No podían imaginarse que después de aquel dualismo enfermo vendría el fin de la Historia de Fukuyama: la imposibilidad de salirse de un marco político y económico que se ha convertido en dogma sagrado.
Es el mercado, estúpido
Poco importa que el modelo que triunfó entonces esté ahora en crisis. No hay alternativa. El mundo de las ideas es un páramo en el que es obligatorio jurar fidelidad al mercado neoliberal. De lo contrario, vendrán las acusaciones: totalitario, populista, dictatorial. Y en la mayor parte de los casos tendrán razón. Las únicas alternativas, en rincones de Latinoamérica y Asia, son deformaciones grotescas de la última URSS, que copian minuciosamente todos sus defectos.
En tres meses nos saturarán con reportajes y documentales. Veremos a las masas rebosantes de alegría y a los expertos de siempre repetir que fue el fin de la oscuridad y el comienzo de una era de prosperidad. Nos lo creeremos porque no seremos capaces de establecer relación entre aquel 1989 y este 2009. Será un monumento, otro más, al pensamiento único.
Existen, sin embargo, opiniones discordantes, que no aparecerán por ninguna parte. Apenas 20 horas después de la caida del Muro, Alessandro Natta, ex secretario del Partido Comunista Italiano (PCI), respondía así al “¿qué hacemos?” que le formulaba un dirigente más joven:
¿Y qué queréis hacer? Es un mundo el que cae, cambia la Historia… Hitler ha vencido, su modelo se impone después de medio siglo. Ideas y proyectos de cambio son eliminados. No para siempre, creo. Volverán, en treinta años, cincuenta… No sé dónde, no sé bajo qué forma. La necesidad permanece. Pero serán diferentes de estos que hemos conocido. No tendrán nada que ver con los de este siglo. (Qualcuno era comunista, Luca Telese, 2009, Sperling & Kupfer, p.20)
Se puede pensar que era un viejo nostálgico, un estalinista que analizaba los cambios según las viejas coordenadas (aún así estuvo entre los que desmantelaron el PCI para llevarlo a la socialdemocracia). Pero es difícil llegar a conocer sus palabras. Su testimonio naufraga en páginas perdidas, páginas sospechosas de esa Historia que, en teoría, se ha terminado.
Y es que todavía existe un Muro. Pero ya no hay nadie al otro lado…
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