miércoles, 24 de marzo de 2010

Nueva vez reelegido el Chileno José Miguel Insulza en la OEA


Por César Holking
Redacción Central

WASHINGTON. José Miguel Insulza ha sido reelegido por aclamación secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) para el periodo 2010-2015, en una Asamblea General Extraordinaria en la que no hubo otros candidatos.
El chileno, de 66 años, quien recibió por tanto el respaldo unánime de los 33 países miembros activos del máximo organismo continental, iniciará su nuevo mandato de cinco años a finales de mayo, cuando termine su actual periodo como titular de la OEA.

Un cirriculum perfecto

Abogado de profesión, postgrado en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y maestría en Ciencia Política en la Universidad de Michigan. Fue Profesor de Teoría Política en la Universidad de Chile y de Ciencia Política en la Universidad Católica de Chile, hasta 1973. Hasta ese año, sirvió como Asesor Político del Ministerio de Relaciones Exteriores y Director de la Academia Diplomática de su país.
Desde 1981-1988 en México, fue investigador y Director del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE), Profesor de la Universidad Autónoma de México, de la Universidad Iberoamericana y del Instituto de Estudios Diplomáticos. Insulza es autor de numerosas publicaciones.
En Chile ha servido como Embajador para la Cooperación Internacional, Director de Asuntos Económicos Multinacionales del Ministerio de Relaciones Exteriores y Vicepresidente de la Agencia de Cooperación Internacional, Ministro de Relaciones Exteriores, Ministro Secretario General de la Presidencia, Ministro del Interior y Vicepresidente de la República. Insulza ha ejercido a nivel ministerial por más de una década, el mayor período continuo para un ministro en la historia chilena.
Fue elegido Secretario General de la OEA el 2 de mayo de 2005 y asumió el cargo el 26 del mismo mes, cargo que ocupa en la actualidad.
Sin la celebración de elecciones universales, libres, justas y periódicas no existe la democracia. Se trata de una verdad hoy día irrefutable pero de la que durante cierto período, a mediados del siglo pasado, aún la gente más progresista de nuestra región llegó a dudar, distinguiendo entre democracia "formal" y democracia "real". La democracia formal se refería a la democracia electoral, la de la libertad de expresión, de prensa y de partidos políticos, cosas que dábamos por sentadas. La democracia real era la que iba a ayudar a todos los ciudadanos a satisfacer sus necesidades básicas.
Las terribles experiencias vividas durante las últimas décadas del siglo pasado, durante las cuales dictaduras de distinto tipo terminaron por ahogar casi toda posibilidad de expresión ciudadana en nuestro continente, pusieron de manifiesto que no existe tal diferencia entre democracia formal y democracia real. Nos enseñaron que la democracia es una sola, que su primer componente son elecciones libres, justas y competitivas en un clima de completa libertad y pleno respeto de los derechos humanos y que, además, está compuesta por la libertad de expresión, partidos políticos, libertad de prensa y todas aquellas libertades perdidas durante aquellos años y que nos llevó tanto tiempo recuperar.
Creo que la lección ha sido bien aprendida y hoy todos los gobiernos que integran la Organización de Estados Americanos han sido elegidos en elecciones libres, secretas, informadas y con una alta participación de electores. Con las recientes elecciones ocurridas en el curso del presente año en Paraguay y República Dominicana, ya son 28 los Estados que han elegido o reelegido democráticamente sus gobiernos en los últimos tres años. Los seis restantes ya lo habrán hecho cuando, en abril de 2009, se reúna la V Cumbre de las Américas. Durante estos tres últimos años, por otra parte, la región se ha mantenido estable y sin cambios prematuros de gobiernos, como ocurría en la década precedente.
Esto nunca había ocurrido en la historia de nuestra región. Las autoridades, en todos los niveles, son elegidas democráticamente en América, sus mandatos son estables y las diferencias políticas son resueltas mediante consultas populares cuyos resultados son respetados por todos. Y en la base de esa estructura de representación democrática se encuentra el acto simple de elegir, de votar para designar representantes o de decidir entre opciones que las autoridades tienen la obligación de someter a la consideración ciudadana.
Es mucho lo que hemos avanzado y también mucho lo que nos queda por avanzar para seguir perfeccionando los sistemas y los procesos electorales en nuestra región. Un área en la que se presentan importantes logros pero a la que hay que mantener permanentemente bajo observación para consolidar lo avanzado y seguir progresando, es el de la inclusividad. Un concepto cada vez más valorado en nuestros países y que ha permitido abrir el espacio político a grupos históricamente representados de modo insuficiente, como las mujeres y los pueblos indígenas.

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