sábado, 15 de mayo de 2010

Luis José León Estévez: secuelas


Por Reginaldo Atanay
Director del Periódico Atanay.com

Ingeniero Leandro Guzmán (derecha) y Reginaldo Atanay. La ocasión fue una reunión social en Queens, en la que Atanay presentó a Guzmán
El periódico Listín Diario, publicó fotos del occiso en su cama, con el rostro untado de su sangre; también de sus zapatos quitados, publicación rara en ese periódico, que hasta ahora no publicaba ese tipo de fotografías, que despiertan el escándalo.”

QUEENS, N.Y. El caso del coronel retirado de la Fuerza Aérea Dominicana, Luis José León Estévez “arresulta y viene a ser” -como dirían nuestros labriegos de enantes- un caso antológico en el que, en un humano ser, cohabitan el odio, el desprecio humano, y la muerte.
Dijo el parte policial que León Estévez se quitó los zapatos, acomodó dos almohadas en las que reposó su testa, y luego le echó mano a su pistola, calibre 45, y de un balazo, terminó su vida de ochenta y pico de años. Dicen que estaba medio sordo, escaso, económicamente; y deprimido… sabe Dios por cuántas cosas.
La noticia del presunto suicidio (mentamos lo de presunto, porque ahora dicen que van a hacer averiguaciones sobre esa muerte, de lo que se colige, que se sospecha que un dedo ajeno apretó el gatillo. Quizás por lo de las maletas, que estaban preparadas, como para ir de viaje) cundió en toda la Dominicana tierra y en sitios lejanos de ese país en donde la opinión pública quisqueyana tiene vigencia.
La mayoría de las opiniones publicadas, sobre tan singular deceso, dejan entrever cierta alegría, y algunos, con toque piadoso, le echan la vaina a Dios, con eso de que el ya muerto, se hizo justicia a sí mismo.
El periódico Listín Diario, publicó fotos del occiso en su cama, con el rostro untado de su sangre; también de sus zapatos quitados, publicación rara en ese periódico, que hasta ahora no publicaba ese tipo de fotografías, que despiertan el escándalo.
¡Lamentable caso humano en el que se juntaron tantos odios de todas las partes; resquemores y resentimientos, los cuales fueron provocados por ese señor, según todas las manifestaciones!
Luis José ejerció el suicidio en su apartamento de la avenida Núñez de Cáceres, esquina a la calle Francisco Prats Ramírez, en el Ensanche El Millón, en la ciudad de Santo Domingo, siendo esa una segunda sesión mortuoria familiar, de ese estilo. Porque hace unos 22 años, su hermano Antonio hizo lo mismo, pero en circunstancias distintas; diferentes.
Antonio León Estévez se mató, abrumado, dicen, por problemas económicos. Era, como su hermano, calvo; usaba peluca para encubrir la calvicie, pero como casi siempre sucede, esa prótesis se veía a leguas.
Antonio, poseía un negocio bursátil, con el nombre de Deudas y Pagarés. Y tenía otro negocio, en la avenida Junction, en el condado de Queens, en Nueva York, junto a sus compatriotas, el ex coronel Ernesto Vega Pagán, y Ambrosio Malagón, este último un jovial quisqueyano, hermano del periodista y profesor de periodismo, Alberto Malagón. De ellos, el que está en pie es Vega Pagán, aunque medio ausente mentalmente, pues sufrió hace unos años una lesión cardiovascular, lo que le provoca que en momentos sepa quién es y en otros no, según nos manifestó su amable esposa Tatasita, hace pocos años.
Al muerto de ahora no lo conocimos personalmente, pero sí sabíamos de él. Y el 99% de la gente que ha hablado de él, lo ha hecho negativamente, comenzando con su ex esposa, la señora María de los Ángeles del Corazón de Jesús Trujillo de Domínguez (Angelita).
Conocimos a Angelita y a su esposo, el ex coronel de la Fuerza Aérea Dominicana, Luis José Domínguez, hace más de 30 años; desde que ellos residían en Forest Hill, Queens, Nueva York. A ellos nos une una amistad, desinteresada; tanto, que algunos amigos nuestros creen que nosotros tuvimos que ver algo en la redacción del libro que sobre su padre, escribió Angelita. Pero no es así.
Algunos han dicho, también que ese libro, no lo escribió su autora, sino otra persona, tratando de restarle mérito intelectual a la autora. Y no lo es. Cuando ellos residían en Nueva York, fuimos muchas veces a su casa, en donde pasamos largas horas de conversación y manifestaciones artísticas; de comida… y tragos. Porque fueron muchos los tragos de Remy Martin que allí nos aplicamos.
Desde que conocimos a los esposos Trujillo Domínguez, les tomamos afectos… hasta el sol de hoy. Y quienes nos conocen saben que no somos adulones ni lambones; que si así fuera, no tuviéramos bregando ahora con en cable… y con el carretel del cable.
Hablamos muchas, muchísimas cosas; de Rafael L. Trujillo, sus pro y contras; de los dominicanos, de la gente en general. Y también de Dios porque tanto Luis José como Angelita, son gentes que bregan en lo místico y lo religioso. Y no nos luce que sea eso, cosa de fachada.
Bueno. Nos hemos desviado de lo del comienzo, y es que queríamos decir de lo que, hace muchísimos años, nos contó Angelita de su ex esposo: Básicamente, que era un tipo de condiciones humanas ínfimas, y si no siguió calificándolo ante nosotros, suponemos que fue por consideración a los hijos que ellos procrearon.
Era, el muerto, como lo pintan. Como su cuñado, el desaparecido Radhamés Trujillo Martínez.
Una vez, publicamos un artículo en un periódico de Nueva York, contando que, Radhamés Trujillo iba a la cámara de torturas que inventó Johnny Abbes García, a “disfrutar” la práctica de tortura a adversarios del régimen de Trujillo. Supimos que entonces, Radhamés le dijo a Angelita, que desmintiera lo que nosotros habíamos publicado.
“Yo no tengo que desmentir nada, pues lo que dice Atanay, es verdad”, le dijo ella.
El verano pasado estuvimos por Miami, y visitamos a los esposos Domínguez-Trujillo. Y como siempre, fue una sesión de amistad. Entre las cosas que conversamos, Angelita dijo que había perdonado a su hermano Radhamés. Y nos mostraron el manuscrito del libro próximo publicarse, y para el cual restaban recolectando fotografías.
Y es que Radhamés, medio secuestró a su madre, doña María Martínez viuda de Trujillo, e impidió que la hija viera a su mamá en los últimos tiempos de su vida.
Tras la muerte de León Estévez, han surgido varios comentarios; la inmensa mayoría de quienes han opinado sobre él, han contado de la crueldad que adornó al ahora difunto.
El ingeniero Leandro Guzmán, quien fuera esposo de María Teresa Mirabal, opinó sobre el muerto; de su maldad. Pero afirmó que no llegó a golpearlo en la cámara de torturas de La 40; y que sí lo hizo un hermano suyo.
A Leandro nos unen afectos desde cuando se celebraron los juicios -que duraron poco más de tres meses- contra los inculpados en el asesinato de María Teresa, Patria y Minerva Mirabal, y que nosotros, como periodistas, cubrimos a plenitud, para el desaparecido periódicoLa Nación.Entrevistamos también a los asesinos convictos y confesos.
Uno de los afanes de Leandro es filmar una película sobre la vida y obra de las heroínas de Salcedo, en base a lo que en verdad sucedió.
Porque a Leandro le molesta que mucha gente crea algunas cosas inciertas que sobre el martirologio de esas muchachas, y sus esposos, han dicho novelistas.
“Tenemos que aclarar eso, para fines históricos; para que la gente sepa, de verdad, todo lo que pasó, y no lo que dicen producciones de novela”, nos dijo en una ocasión, en la que lo presentamos ante una concurrencia, durante una reunión social, en un restaurante de Queens.
Otra persona que nos habló diferente a lo que opina la mayoría fue, hace un par de años, el teniente retirado de la Fuerza Aérea Dominicana René Jiménez, quien fuera profesor del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA). Nos dijo entonces René que León Estévez era un miliar preparado y disciplinado, obviando los calificativos que ya conocemos.
El 15 de marzo último, la señora Pilar Awad Báez, hija de Pilar Báez de Awad Canaán y Jean Awad Canaán, nos envió un e-mail, para decirnos que necesitaba confirmar una información. Sus padres se casaron por la Iglesia Católica en una ceremonia que en el Templo de San Rafael y San Eugenio, del Palacio Nacional; ofició monseñor Eduardo Ross, a la sazón Asesor Eclesiástico del Poder Ejecutivo. Nosotros, adolescentes entonces, asistimos a esa ceremonia en la que los padrinos fueron el generalísimo Rafael L. Trujillo y su esposa, doña María Martínez de Trujillo.
En ese templo solíamos asistir a Monseñor Ross, los domingos. Y en algunas de las ocasiones en las que Trujillo apadrina bautizos colectivos.
Pocos días después recibimos otro e-mail, de un viejo y querido amigo: Juan Daniel Balcácer, quien nos dijo que tenía en sus manos fotocopia de un quincenario que editaba el colega José Jiménez Belén, en el cual aparecía un artículo con nuestra firma diciendo los motivos por los cuales se divorciaron Angelita y León Estévez. Juan Daniel quería rectificar los datos que allí aparecían, pues preparaba un trabajo informativo al respecto.
El artículo, no lo escribimos nosotros, pero tenía nuestra firma.
Y es que anteriormente, sí publicamos un artículo en ese medio, afirmando que el general José René Román Fernández (Pupo) fue un traidor por partida doble; que traicionó a Trujillo, y a los que mataron a Trujillo.
Tras la publicación de ese artículo, Luis Amiama Tió, a la sazón Consejero de Estado, nos llamó a su despacho en el Palacio Nacional, para decirnos que Pupo no fue traidor. Y nos dijo razones suyas para refutar lo que afirmamos. Luego supimos que fue la viuda de Román que quiso que se hiciera la aclaración.
Desde ahí, Amiama y nosotros entablamos una amistad… y con frecuencia fuimos a su casa, en el Ensanche Piantini, a conversar, y a darnos tragos del escocés Astor. Y a disfrutar del buen aire acondicionado de allí. Recordamos que en la pared, junto al sillón donde solía sentarse Luis, había un cuadrito citando al griego Horacio que decía: “Después de los acontecimientos, hasta el necio es sabio.”
Como a Jiménez le gustaba publicar notas sensacionales en el quincenario, le dijimos que no íbamos a publicar más en ese medio, pero salió otro artículo, que no escribimos, y que tenía nuestra firma.
De seguro que, de ahora en adelante, saldrán detalles de la vida y muerte de León Estévez. Ya el padre Rafael Marcial Silva, párroco de la Iglesia de la Providencia, de Arroyo Hondo, dijo que el ex coronel no era diácono; que sólo lo vio un par de veces en su iglesia…

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