Económica
WASHINGTON. El Congreso de EE.UU. logró a última hora y de manera
inesperada a finales de año sacar adelante uno de los principales reclamos del
Fondo Monetario Internacional (FMI), la reforma del sistema de cuotas para
otorgar mayor peso político a las economías emergentes en la institución
financiera internacional.
Desde 2012, la directora del Fondo, Christine Lagarde, no había dejado
pasar la oportunidad de instar primero y criticar después a EE.UU., por su
retraso de cara a la propuesta de reforma interna del organismo para reflejar
el ascenso de potencias emergentes como China, la India o Brasil en la economía
global.
A la par, estos países, centrados en torno al grupo de los BRICS
(Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica), elevaron el tono de sus quejas a
Washington por su incapacidad para ratificar una reforma de la que EE.UU. había
sido impulsor.
De hecho, en los últimos dos años y ante la parálisis, los emergentes
decidieron lanzar varias instituciones alternativas al FMI o el Banco Mundial,
como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (BAII), impulsado por
Pekín; y el Nuevo Banco de Desarrollo y el Fondo de Reservas de los BRICS.
En la reunión del G20 en Turquía en noviembre, los gobernantes de los
BRICS expresaron de nuevo su “profunda decepción” por la falta de progresos en
la reforma de los organismos financieros internacionales, dominados por las
potencias occidentales.
Por ello fue una sorpresa cuando el viernes 18 de diciembre, el mismo
día que salían de vacaciones navideñas, los congresistas estadounidenses
aprobaron un gran paquete presupuestario para el año fiscal 2016 por 1,15
billones, entre cuya provisiones incluyeron la sorpresiva luz verde a la
reforma del FMI.
Lagarde, quien ha realizado numerosos viajes entre la sede del Fondo y
el Congreso en Washington en estos años para tratar de desbloquear esta reforma
de la institución creada junto al Banco Mundial en los acuerdos de Bretton
Wodds de 1944, rápidamente celebró en un comunicado la decisión como un paso
hacia un FMI “más moderno y representativo”.
“Mejorará la gobernanza del Fondo al ofrecer un mejor reflejo del
creciente papel de los dinámicos países emergentes y en desarrollo en la
economía global”, afirmó Lagarde, quien deberá renovar su cargo en 2016 cuando
culmine su primer mandato de cinco años de duración.
Hace apenas unos meses las perspectivas eran mucho más sombrías.En la
última Asamblea Anual del organismo, celebrada en Lima en octubre, pocos de los
asistentes se mostraba optimistas sobre la reforma del sistema de cuotas,
estructura base del Fondo y que decide el poder de voto de cada uno de sus 188
países miembros, y se plantearon la búsqueda de escenarios alternativos.
Muchos, de hecho, lamentaron el tiempo perdido como consecuencia de un
Congreso, de mayoría republicana, demasiado obsesionado con pelear contra
cualquier propuesta de la Administración del presidente Barack Obama, quien
intentó adjuntar la reforma del FMI sin éxito a una decena de propuestas
legislativas.
“El mundo llevaba esperando por la ratificación necesaria de EE.UU.
desde al menos 2012. Este retraso ha costado muchísimo a EE.UU. en términos de
su credibilidad y liderazgo global”, explicó Edwin Truman, investigador del
centro de estudios Peterson Institute y ex subsecretario del Tesoro de Asuntos
Internacionales bajo la Administración de Bill Clinton, en una conferencia
telefónica.
Como consecuencia, Truman remarcó que “Washington ya no se ve como un
negociador confiable en cuestiones del FMI”.
La reforma, a la vez, conlleva duplicar los fondos disponibles de la
institución para prestar a países en crisis hasta los 755.000 millones de
dólares.No obstante, la concesión republicana en el Congreso llevó consigo
ciertas condiciones: el legislativo deberá aprobar cualquier participación de
EE.UU. en préstamos extraordinarios del FMI más allá de 2022 y el representante
en el organismo deberá informar al Congreso de su votación a favor de un
crédito de gran volumen.
Los principales beneficiados tras la reforma interna son China, que
pasará a ser el tercer país en representación frente al actual sexto puesto y
se colocaría por delante de Francia, Alemania y el Reino Unido; la India, que
ocupará el octavo en comparación con el undécimo actual; y Brasil que será el
décimo, cuatro puestos por encima.
Por su lado, la cuota de EE.UU. en el FMI seguirá siendo mayoritaria,
mantendría su capacidad de veto y solo se vería reducida ligeramente, desde el
17,69 % actual hasta el 17,40 %, seguida por Japón que mantiene el segundo
lugar.
Los menos favorecidos, los economías europeas “avanzadas”, que verán
disminuir también su representación, o “sillas”, en el Directorio Ejecutivo del
organismo, el órgano de 24 miembros de gestión cotidiana.