Por Cándida
Figuereo
Periodista,
residente en Santo Domingo.
Remediar
una situación que provoca escozor usualmente encuentra respaldo si se
decide sanear la misma cuando de un modo u otro nos proponemos poner un stop
para que no se siga agravando porque la próxima víctima puede ser quien
se considera que está más protegido.
Somos dados a
que nos defiendan, pero hacemos poco o nada para unirnos en pro de un bien
común aunque el agua nos esté llegando al cuello.
Es posible
que determinados hechos sean premeditados para provocar escozor, lo están
logrando. Conozco un entorno, en un sector medio bajo, donde los vecinos se
cuidan entre sí. Todos se conocen y si ven un foráneo se mantienen atentos a
sus movimientos.
Nadie,
absolutamente nadie, está autorizado a tomar la ley por sus manos. Esto de
ningún modo implica que usted deje que entren a su casa, le roben, le den una
pela y de gracias porque quedó vino.
Toda persona
debe respetar el espacio sagrado de un hogar o atenerse a las consecuencias,
salvo que como manda la ley se trate de una autoridad autorizada para una
pesquisa por alguna sospecha de delito.
Lo cierto es
que debemos aunarnos a favor de la seguridad en todos los sentidos y denunciar
las debilidades que trastornan las mismas cuando se solicita auxilio y se
recibe con desgano.
El país es de
todos y por igual estamos llamados a cuidarlo saneando los problemas que
están en nuestras manos o con la ayuda correspondiente conforme sea el caso.
Es añejo el
dicho de que el dominicano pone candado cuando le roban. Lo ideal es que no le
hurten ni tenga que poner cerradura.
Recuerdo el
caso de un joven dominicano que estuvo por Asia. Iba acompañado de una lugareña
con la que coincidió en una maestría. Allí el criollo trató de esconder
su celular para evitar un posible hurto. La chinita que le vio en esa acción le
dijo que si quería podía dejar su móvil en uno de los bancos y ahí lo
encontraría porque los lugareños sabían perfectamente las consecuencias por una
acción vandálica. A otro criollo de fuste, quien estaba de paseo en
Europa, para retornar tuvo que buscar una carta de ruta tras ser asaltado en
Parí.
No logro
entender que gana una persona enlodándose al cometer fechorías. En los barrios
es frecuente ver, principalmente los fines de semana, ingiriendo bebidas; en
tanto que no faltan los pedigüeños que le dicen una mala palabrota a quien le
ofrece un trabajo, porque en el negocio de pedir nunca pierden, es
redondo.
En fin,
sanear el entorno por estos lares es un asunto de todos. Ahora la inclusión
a hogares y negocios ha cobrado mucho más fuerza y vidas. Lo peor es que no se
cree en nadie, porque debajo del ropaje más elegante puede haber un gran ladrón
y en el más humilde un hombre de bien. Pero como no se conoce ni a uno ni
a otro, aflora la desconfianza.
Cada
instancia y cada ciudadano están llamados a asumir su rol de participación o
denuncia, según sea el caso, para sanear a este país maravilloso de las lacras
que lo empañan.