Por Cándida Figuereo
Opinión
Opinión
Solo
quien vive en carne propia la experiencia de ser madre es capaz de similar lo
que ocurre en igual circunstancia en quien se encuentra en estado de preñez
deseada, no obligada a la fuerza por un maniático a contrapelo de su voluntad.
En
este último caso surgen los dimes y diretes de quienes pueden hablar de esto
con propiedad (una buena pare de los varones) y ranciamente otros que debieran callarse de por vida y no
tocar el tema entendible básicamente por
quienes algunos llaman el “sexo débil”.
Tener
un hijo (a) es una decisión muy personal de la mujer, no algo impuesto a
rajatablas, pero si con suficiente conciencia de lo que hace. En el caso de menores de edad es un drama que
se vive a diario fruto de prácticas forzosas a veces denunciadas y otras tantas
calladas.
Sea
mayor o menor de edad las adultas mayores
y las menores merecen el respeto; en tanto no debe omitirse el castigo
ejemplar para todos aquellos que pretendan hacer uso del
cuerpo de la hembra como si se tratara
de una “cosa”, sin su consentimiento. No, no y no. Así no es.
Si “el respeto al
derecho ajeno es la paz”, como
dijera hace 150 años Benito Juárez en otra circunstancia, no menos
cierto es que esto es aplicable primeramente al ser humano
como tal. Es válido para la mujer y para el hombre porque ambos son
indispensables.
El
abuso, en cualquier circunstancia, es
oprobioso. Tales son los casos de 6 mil
mujeres violadas al año como citaba el diario El Día en el 2016, además de 24,714
hembras que denunciaron en los últimos cuatro años fueron violadas por familiares, parejas, amigos, relacionados
y desconocidos.
Todo lo
anterior trae consigo que una mujer vulnerada por malandrines lo menos que debe
recibir es el apoyo familiar y legal, pero sin pretender que tenga un hijo no
deseado, fruto de una maldad, por lo que debe actuar de manera inmediata para impedirlo.
El
respeto a la vida es válido, pero como bien señalaba el presidente Danilo
Medina es preciso sopesar que “en situaciones extremas que afectan seriamente
la dignidad, la integridad y la propia vida de la mujer cuando se trata de
circunstancias excepcionales.” (El Nacional 24 de Enero del 2017).
En fin,
las excepciones especiales deben ser ponderadas en los casos de violaciones porque sería una carga arrastrada penosamente de
por vida, lo que debe enmendarse incluyéndolas en el Código Penal.