Opinión
Uno muchas veces tiende a
decir “esto no lo cambia nadie”, o la famosa frase “siempre ha sido así”. Ambas
son falsas. Si así fuera los habitantes de esta isla andaríamos aún en taparabos.
Lo que ocurre es que los
ciclos históricos no son como los ciclos menstruales (28 días), ni como los
ciclos calendarios (12 meses), ni siquiera como los ciclos electorales (cuatro
años). Un ciclo histórico puede durar décadas, en algunos casos más de un
siglo. Tendemos a creer erróneamente que las cosas no cambian, porque van a un
ritmo que se nos hace difícil comprender.
Pero de que cambian, cambian.
Nuestro país está
viviendo dentro del ciclo histórico de la corrupción. Un período muy bien enmarcado,
que inicia con Balaguer y su política clientelar. Donde se comienza a “regalar”
cosas: tierras, casas, dinero, muñecas y bicicletas, fundas de navidad, etc.
También vemos un abultamiento de la nomina pública con las “botellas”; acompañado
de la sobrevaluación de obras y un acelerado endeudamiento externo.
Este ciclo histórico se
basa en una ineficiencia del Estado, dado que una parte importantísima del
presupuesto se va en clientelismo, afectando la calidad de los servicios
públicos. También se caracteriza por estratagemas para solventar ese gasto
clientelar cada vez mayor. Balaguer se caracterizó por la emisión de dinero inorgánico (imprimir cuarto como
cosa loca), que devaluó brutalmente el peso dominicano; luego quienes le
sucedieron aplicaron el endeudamiento externo como forma de mover la maquinaria
de corrupción y clientelismo.
Los gobiernos dentro de
ese ciclo van perdiendo credibilidad y base social, por lo que deben soportarse
cada vez más en el dinero para estar en el poder; lo que a su vez conlleva más
sobrevaluaciones, mas clientelismo, y por ende más endeudamiento. Situación que
ha ocasionado que en los últimos años el país se haya endeudado de una manera
cada vez más acelerada, encaminándonos a la insostenibilidad financiera, lo que
quedó reflejado en un reciente informe del FMI (al cual no se le ha puesto
mucho asunto).
Un Estado, al igual que
una persona, no puede vivir del crédito. Pedir préstamos, y luego pedir más préstamos
para pagar los otros préstamos. Eso tiene un tope; y en el caso de la República
Dominicana ese tope está mucho más cerca de lo que podemos imaginar.
El ciclo histórico de la
corrupción está a punto de cerrarse. Ya no tiene forma de sobrevivir; y si
trata de prolongarse algo más de tiempo (pocos años), llevará a nuestro país,
no a una crisis económica (en la que ya estamos), sino a una catástrofe
económica sin precedentes en nuestra historia.
Con el cierre de este ciclo
no solo desaparecerá del escenario el actual partido de gobierno, principal
exponente de esta etapa; también se irán todas las estructuras que basan su
dinámica en el clientelismo político, y de paso todos aquellos dirigentes que
ven en la política un medio de lucro. No porque el pueblo haya tomado
conciencia, que la esta tomando, sino, y sobre todo, porque ya no habrá forma
de que sigan operando.
Sigamos adelante, firmes,
pues debemos darle la estocada final a este sistema de corrupción antes de que
él, en un afán desesperado por sobrevivir, nos arrastre como país a la
catástrofe. Vamos con buen pié, sigamos sin parar.