
Por Reginaldo Atanay
Director del Periódico Atanay
NUEVA YORK. “De aquella casa, donde vivía con sus padres, lo sacaron, una madrugada, por la fuerza, esbirros de los servicios de represión del trujillismo. ¡Se lo llevaron en calzoncillos! Afortunadamente, después de maltratos, lo dejaron con vida.”
Repasábamos -nueva vez- hace poquísimos días, el libro Dominicana: el país del amor eterno” original del profesor Ramón Rafael Casado Soler, el místico aquel que creó la canción de cumpleaños que comienza diciendo “Celebro tu cumpleaños, tan pronto vi asomar el sol…”
Y que se canta ya en la mayoría de los hogares dominicanos, y entre los dominicanos que se han aposentado en el extranjero.
Recordábamos su rostro detrás de unas gafas de armazón negro. Y recordamos también, una foto (pues ya no lo vimos personalmente) en la que se presentaba con luenga melena, sin gafas… y también sin vista.
Es, Ramón Rafael (porque lo que hizo fue cambiar de plano existencial; está en otro lado augusto de La Vida) un ser magnífico en cuyo interior se desarrolló un amor inconmensurable hacia su país: Dominicana.
Estando ya Ramón Rafael privado de la visión física, supimos por un amigo mutuo que él intuyó que en poco tiempo no podría ver su entorno, con los ojos de la carne. Y ante esa premonición, el excelente orador, profesor y conferencista, se dio a la tarea de pasearse por pocos días por la Zona Colonial de la Ciudad Primada de América.
Y en aquel vecindario, el hombre se puso a ver y contemplar los viejos y restaurados edificios; y a algunos de ellos, los acarició con sus dedos, recogiendo con ellos la energía vetusta que de aquellos sagrados objetos salían, untados de recuerdos tristes, pero también alegres.
En principio, no creíamos que así fuera, pero en una comunicación escrita que tuvimos, nos hizo llegar una nota (la cual guardamos, con cariño) en la que confirmaba, sí, que había ido, quizás también recordando a doña Salomé, la mamá de Pedro y Max, a aquellas “Ruinas”.
Quisimos reencontrarnos físicamente con Casado Soler antes de su regreso a la Eternidad; intentamos ir a la calle El Vergel, donde vivía, pero como la geografía capitalina se ha extendido tanto, nos perdimos… y luego, tarde, sí, casi nos hemos encontrado en pensamiento…
Casado Soler abogó siempre por que a nuestro país se le llamara, oficialmente, “Dominicana”. Y en su libro, apunta datos históricos y sociológicos que sustentan esa tesis. Y allí mismo, él recogió una opinión nuestra.
Cuando estaba en la dimensión de acá, Ramón Rafael se esmeró siempre en educar. Justo al lado de su casa, en la avenida Francia, en Santo Domingo, tenía, en los años finales del trujillato, una escuelita con el sugestivo nombre de Instituto Dominicana de Superación Personal .
De aquella casa, donde vivía con sus padres, lo sacaron, una madrugada, por la fuerza, esbirros de los servicios de represión del trujillismo. ¡Se lo llevaron en calzoncillos! Afortunadamente, después de maltratos, lo dejaron con vida.
Tenemos guardados en nuestro coleto momentos agradables que pasamos con Ramón Rafael. Hubo un tiempo en que, a eso de las cinco de la tarde, (a lo mejor a manera de parodia del poema del poeta García Lorca) nos asomábamos a la esquina de la calle El Conde y Sánchez, a ver pasar a las muchachas salidas de tiendas, de sus casas y oficinas, a lucir sus trajes y la belleza que la Divinidad puso en sus cuerpos. (En eso nos parecíamos, al ya desaparecido declamador Ángel Torres Solares, quien se paseaba El Eonde recitando los poemas aprendidos, para luego decirlos en auditorios)
Y en ese trajín, nos llegamos a pasar dos o tres horas mirando, reflexionando, y hablando de las cosas del país. Y de nuestra gente.
Coincidimos, más de una vez en el programa La Hora Mística que se transmitía al mediodía por la radioemisora HIG, con los auspicios de don Juan Padilla Bisonó, y a nombre de su Farmacia Mella. Ese programa tenía un momento de meditación, conferencias, unas de ellas pronunciadas por Casado Soler con el seudónimo de Profesor Caneiro
El programa incluía además música clásica. En ese sitio fue que aprendimos a amar el Concierto para Violín de Ludwig Van Beethoven; y a admirar el trabajo de los virtuosos del violín Yehudy Menuhin, Isaac Stern y otro más de quien no nos atrevemos a mencionar su nombre, por miedo a escribirlo incorrectamente.
De cómo era don Juan Padilla comentábamos no hace mucho tiempo con su ex vecino de negocio, Pepín Corripio, quien le tenía gran afecto a don Juan.
Los mismos recuerdos se van entrelazando, y recordamos una vez en que en el Centro Baha’i de la calle Cambronal esquina a la calle Beller, en Ciudad Nueva, dictamos una conferencia. Uno de los asistentes era don Juan Padilla. El otro (su nombre no recordamos ahora, pero sí su apellido) era Lacay, el papá del magnífico escritor, poeta, ex compañero nuestro de trabajo y querido amigo, ya ido, Ramón Lacay Polanco.
Aquella noche fue de antología, pues nuestra charla versó sobre los peligros del uso excesivo del alcohol. Y después de eso, fuimos a “celebrar” con tragos hacia Santiago.
Ojalá poder seguir celebrando…
Meditación
Para la meditación de hoy: Cabe, en todo el Universo, tu pensamiento; el instrumento ese que puedes usar para conversar con Dios… y a veces hasta oírlo. Es cuando tienes consciencia de lo grande y sencillo que es ese fenómeno; cuando ya, te das cuenta, de verdad, que eres parte de Papá Dios. Si, con esa herramienta intangible con la que viniste a este lado de la vida, y con la cual andas hace muchas épocas. Y a medida que en espíritu, creces, tienes mejor dominio de todo. Por eso es que muchos seres desarrollados, como San Agustín, el hijo de Mónica, quien pudo cambiar el rumbo de su vida cuando le dijeron sin palabras: Toma y lee… han sido hitos en la historia de la humanidad…
No hay comentarios:
Publicar un comentario