jueves, 22 de julio de 2010

Un mensaje para reflexionar

Por la Familia Mondragon

Lucas 15:23-24…..éste mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado…
La parábola del hijo pródigo trata que uno de los hijos reclama su parte de la herencia a su padre y resuelve emprender el viaje por la vida libertinamente. Cuando agota todos sus bienes viviendo perdidamente en la basura de este mundo, descubre que cualquiera de los empleados de su padre ahora vive mejor que él, (que es el hijo del dueño de la estancia). Entonces, arrepentido, resuelve volver con su padre.
Cada vez que leo este relato, me muestra un detalle nuevo… Pero si hay algo que nunca deja de sorprenderme, asombrarme, maravillarme; es la manera en que Jesús presenta la infinita Gracia Divina… El hermano mayor se enojó y no tardó en reclamarle al padre por su actitud. En su frágil mente, se estaba literalmente recompensando, festejando, la conducta a todas luces reprochable de su hermano menor;… en tanto que él, que siempre había sido fiel y responsable nunca había tenido un reconocimiento como ese.
Pero qué bueno que Jesús nos dejó este relato planteado así y no de otra manera... Por que de otro modo, si se hubiese recompensado al hermano mayor, como en nuestra finita mente humana era de esperar, hoy tendríamos un serio problema para poder llegar a la presencia de Dios con nuestros pesares.
Aun puedo recordar como si hubiese sido ayer, cuando tuve en mis brazos por primera vez, a mis pequeñas hijas, recuerdo cuando besé por primera vez su dulce carita, y más tarde, cuando escuché de sus labios la palabra “papá”. ¡Qué emoción indescriptible! Es por eso que hoy puedo comprender muy bien de qué hablaba Jesús, cuando dice la parábola que el padre le vio venir a su hijo de lejos, se regocijó su corazón y salió a su encuentro, le abrazó y le besó.
Mayor fue su alegría y su emoción de volver a tener a su hijo perdido junto a sí, que el mismísimo día en que éste nació y lo tuvo por primera vez entre sus brazos…..Así funciona. Así es Dios. Mayor es su regocijo cuando un pecador se arrepiente y se arroja rendido a sus brazos de amor.
¡Sonríe, Jesus te ama!

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