jueves, 19 de agosto de 2010

Una oración para los lectores "Lucas 15.25-32"


Por la Familia Mondragon
Redacción Central

Lucas 15.25-32 “Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando vino, se acercó a la casa y oyó la música y las danzas. 26 Después de llamar a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. 27 Este le dijo: "Tu hermano ha venido, y tu padre ha mandado matar el ternero engordado, por haberle recibido sano y salvo." 28 Entonces él se enojó y no quería entrar. »Salió, pues, su padre y le rogaba que entrase. 29 Pero respondiendo él dijo a su padre: "He aquí, tantos años te sirvo, y jamás he desobedecido tu mandamiento; y nunca me has dado un cabrito para regocijarme con mis amigos. 30 Pero cuando vino éste tu hijo que ha consumido tus bienes con prostitutas, has matado para él el ternero engordado." 31 Entonces su padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. 32 Pero era necesario alegrarnos y regocijarnos, porque este tu hermano estaba muerto y ha vuelto a vivir; estaba perdido y ha sido hallado
La historia del hijo pródigo nos da un maravilloso ejemplo del amor de Dios. Jesús contó esta parábola a los fariseos para mostrar cómo se preocupa el Padre celestial por los seres humanos, y cómo se goza cuando un hijo descarriado vuelve a casa. Sin embargo, los fariseos eran amantes de la ley, el orden y la apariencia de rectitud. Es probable que se identificaran más con el hermano enojado, que con el hijo pródigo o el padre.
El hijo mayor ya había dejado que el resentimiento echara raíces como resultado de la partida de su hermano menor. Pero evidentemente estaba orgulloso de su exterior como el "hijo bueno", como lo estaban los fariseos (Mt 23.27). Pero en esta historia se olvida con mucha frecuencia el hecho de que para el hijo mayor también había una herencia: la tierra que cultivaba y los animales que atendía llegarían a ser suyos un día. En otras palabras, no perdía nada si el vagabundo regresaba.
Pero a este hermano lo devoraba la ira. En vez de regocijarse por el regreso del pródigo, se quejó por la celebración (vv. 29, 30). La pregunta tácita de Jesús a los fariseos era esta: ¿A cuál hijo es mejor parecerse: al que se arrepintió de haber malgastado su herencia, o al que servía al padre, pero que no demostró ningún amor por su hermano arrepentido?
La naturaleza humana desea a menudo el reconocimiento por hacer lo correcto, pero también se resiente cuando alguien más es celebrado. Sin embargo, el creyente ha adoptado la naturaleza de Cristo. Por medio de su Espíritu, podemos amar a quienes más lo necesitan, y regocijarnos con ellos en sus triunfos, aunque eso implique que nuestros éxitos pasen desapercibidos.
¡Sonríe, Jesus te ama!
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