Opinión
MATEO 5:44 “Pero yo os digo: Amad a vuestros
enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y
orad por los que os ultrajan y os persiguen.”
Este consejo bíblico está muy claro. En realidad más que un consejo,
es una orden directa del Señor. Debemos amar, y demostrar ese amor con hechos,
aún a aquellos que nos han causado daño, los que nos han herido, los que nos
han ofendido. Debemos hacer el bien incluso a nuestros enemigos. Aún más:
debemos bendecir a los que nos maldicen.
Ciertamente es una orden sumamente difícil de cumplir, en muchos casos
totalmente imposible para nosotros, a menos que recurramos al poder del Espíritu
Santo.
Probablemente todos hemos oído hablar de los famosos "Tres
Tenores" los cuales recorrieron el mundo cantando juntos hasta la muerte
de uno de ellos (Luciano Pavarotti) en septiembre de 2007. Hay una pequeña
historia sucedida hace más de veinte años que se refiere a los otros dos
tenores (Placido Domingo y José Carreras), la cual nos ilustra la enseñanza del
pasaje de hoy.
Aún los que nunca han visitado España conocen la rivalidad existente
entre los catalanes y los madrileños. Pues bien, Plácido Domingo es madrileño y
José Carreras es catalán. Por cuestiones políticas, en 1984, Carreras y Domingo
se volvieron enemigos. Siempre muy solicitados en todas partes del mundo, ambos
hacían constar en sus contratos que sólo se presentarían en determinado espectáculo
si el adversario no fuese convidado.
Pero en 1987, Carreras se hizo de un enemigo mucho más implacable que
Plácido Domingo. Carreras fue sorprendido por un diagnóstico terrible: ¡LEUCEMIA!
Su lucha contra el cáncer fue sufrida y persistente. Se sometió a varios
tratamientos, como auto transplante de la médula ósea, además del cambio de
sangre, lo que lo obligaba a viajar una vez por mes a Estados Unidos. Claro que
en esas condiciones no podía trabajar y a pesar de ser dueño de una razonable
fortuna, los altos costos de los viajes y del tratamiento rápidamente
debilitaron sus finanzas.
Cuando sus recursos financieros estaban prácticamente agotados, tuvo
conocimiento de la existencia de una fundación en Madrid, cuya finalidad única
era apoyar el tratamiento de enfermos de leucemia. Gracias al apoyo de la
Fundación Hermosa, Carreras venció la dolencia y volvió a cantar. Al recibir
nuevamente los altos cheques que merecía, y lleno de agradecimiento, José
Carreras trató de asociarse a la Fundación. Para sorpresa de él, mientras leía
sus estatutos, se enteró que el fundador, mayor colaborador y presidente de la
fundación era Plácido Domingo. Carreras descubrió que éste había creado la
entidad con el fin de socorrerlo en su enfermedad y que se había mantenido en
el anonimato para no humillarlo al tener que aceptar auxilio de un enemigo.
El momento más lindo y conmovedor fue el encuentro de los dos cuando,
sorprendiendo a Plácido en una de sus presentaciones en Madrid, Carreras
interrumpió el evento y humildemente se arrodilló a sus pies y le pidió perdón
agradeciéndole públicamente todo lo que había hecho por él. Plácido lo levantó
y con un fuerte abrazo los dos sellaron en ese instante el inicio de una gran
amistad que ha perdurado desde entonces.
¡Qué ejemplo tan precioso de amor y humildad para el público presente
y para todo el mundo que conoció la historia! Ciertamente la esencia de la enseñanza
de Jesús se manifestó en aquel auditorio, y el corazón de DIOS fue ministrado
en aquel momento. Actuar de esta manera, normalmente resulta imposible para
nosotros, pero puede ser posible si permitimos que Cristo viva en nosotros y
que se manifieste su carácter manso y humilde, el cual lo llevó a morir en
silencio, aun siendo inocente.
Así dice el Señor: "Venid a mí
todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar." (Mateo 11:28). Depositemos nuestras
cargas en los brazos de Jesús, todo tipo de cargas: resentimientos, odio,
deseos de venganza contra aquellos que nos han hecho mal. Cristo puede hacer
maravillas con esos sentimientos negativos y convertirlos en perdón,
misericordia y amor por ellos.
ORACIÓN: Mi amado Señor, traigo ante
Tu altar todos estos sentimientos negativos que guardo en mi corazón: rencor,
odio, resentimiento, raíces de amargura. Te ruego que limpies mi corazón, y
arranques de él todo aquello que impide que yo muestre Tu amor a los demás, aún
a los que me han herido. En el nombre de Jesús, Amén