sábado, 19 de diciembre de 2015

El partido vencedor en España necesitará pactos para gobernar


Política
MARID,  España.- Las elecciones generales que se celebran este domingo en España no solo plantean un escenario inédito con la aparición de fuerzas emergentes que disputan los espacios de los dos partidos políticos tradicionales, sino que pueden arrojar un resultado en el cual quien resulte vencedor tal vez no pueda gobernar.
El clásico bipartidismo que ha dominado la escena política española desde 1982, con alternancias en el poder entre el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el conservador Partido Popular (PP), ha sufrido una erosión importante con el surgimiento de dos formaciones nuevas que han mordido tajada en la torta electoral: Podemos, de izquierda, y Ciudadanos, liberal de centro.
Todas las encuestas indican que ninguno de los partidos en liza tendrá suficientes votos para gobernar por sí solo; hará falta un pacto entre formaciones que permita investir al nuevo presidente de gobierno y dar suelo político a la legislatura.
Lo admite soterradamente el propio Mariano Rajoy, candidato del PP y aspirante a la reelección: "Con franqueza mi intención es empezar a hablar de este asunto el día 21 de diciembre".
Rajoy, de 60 años, cuya principal oferta electoral es continuar con las políticas que puso en marcha en esta legislatura para aumentar el empleo, reducir impuestos y recortar los gastos, ha asomado en Twitter el temor a una coalición de partidos de izquierdas que desaloje al PP a la Moncloa.
El asunto es que, hasta ahora, de acuerdo con los mensajes de campaña que han lanzado los partidos, el pacto post-electoral es que no habrá pacto. Pero eso está por verse.
Lea: Las elecciones que amenazan al bipartidismo en España
 Escenarios complejos
En España, una cosa es ganar la elección y otra contar con suficientes votos para formar un gobierno. Es lo que suele suceder con los sistemas parlamentarios, a diferencia de los presidenciales como los que funcionan en Estados Unidos y naciones latinoamericanas, donde quien obtiene la mayoría de los votos populares, o de los circuitos o colegios de electores, dependiendo de la legislación de cada país, se hace con el poder.
Este domingo 36.510.952 españoles eligen 558 de los 616 escaños que conforman las Cortes Generales: 350 del Congreso de los Diputados y 208 de elección directa del Senado.
Para obtener la mayoría absoluta es necesario contar con 176 escaños. Los sacó de sobra el PP en las elecciones de 2011 cuando sumó 186 diputados (44.6%), lo que le permitió gobernar sin necesidad de pactos durante toda la legislatura.
Cuando no se alcanza la mayoría absoluta, lo usual es que surjan acuerdos entre formaciones que permitan superar la barrera de los 176 escaños. Normalmente se apela a la identidad ideológica pero también opera la variable de la política pragmática: apoyos a cambio de determinadas leyes favorables a una región o preacuerdos sobre la distribución del presupuesto.
La historia electoral de España está llena de casos similares. El ejemplo más fresco son las elecciones regionales de este mismo año. En Madrid, por ejemplo, una alianza entre el PP y Ciudadanos hizo posible que los conservadores prosiguieran al mando de la Comunidad; mientras que un pacto de izquierdas llevó a Manuela Carmena, de Podemos y otros grupos afines, al Ayuntamiento.
Pero también existe la posibilidad de gobernar en minoría. Cuando la primera votación de los parlamentarios electos no consigue investir presidente a ningún candidato, se procede a una segunda votación que se decide por mayoría simple. Es a ese escenario al que apunta el PP, sobre todo si los sondeos internos que llevan a diario se ratifican luego en los datos reales de la votación: que la distancia entre ellos y el segundo lugar sea considerable, mayor a ocho puntos.
Los vaticinios y el puzzle
Todos los sondeos predicen que el PP ganará las elecciones de este domingo, pero no está claro que pueda regresar a La Moncloa. Las encuestas le conceden a los populares entre 27% y 29% de los votos, traducidos en 114 o 125 escaños, muy lejos de los 176 que necesita para formar gobierno.
"Un buen resultado es ser la primera fuerza política y gobernar" declaró Rajoy este viernes desde Bruselas, aunque fuentes de su partido aseguraban a final de semana que no descartan un apoyo de últiAlbert Rivera, el candidato y líder de esa formación -a la que algunas encuestas atribuyen la segunda posición empatando con el PSOE, en la tercera o de cuarta detrás de Podemos-, hasta ahora se ha negado a tal posibilidad, aunque ha dicho que si cualquiera de los partidos tradicionales obtiene la mayoría suficiente para hacer gobierno, Ciudadanos se abstiene en la votación de investidura del presidente.
"No votaremos a favor ni de uno ni de otro. Hay esa posibilidad de la abstención. Será una decisión nuestra después de las elecciones, no la vamos a tomar antes de que los españoles hayan hablado", declaró el viernes a la prensa española Rivera, quien aboga por políticas económicas liberales y la unidad terroritorial de España.
La posición de Ciudadanos fue ratificada luego con un tuit del propio Rivera y otro del partido:ma hora de Ciudadanos.
 Pedro Sánchez, el candidato del partido socialista que pierde votantes tradicionales de centro que deslizan a Ciudadanos y de izquierda que decantan a Podemos, no parece estar en su mejor posición. Sánchez ha negado de plano cualquier pacto postelectoral con el PP, pero también ha lanzado duros mensajes a Ciudadanos, que acusa de ser “un partido de derecha” y a Podemos, al que acusa de “dividir el voto progresista” y unirse a un “frente antiPSOE”.
 “Votar a Podemos y Ciudadanos es perpetuar al PP en La Moncloa”, insistió en un acto celebrado este mismo viernes el secretario general del PSOE que ha prometido derogar la mayoría de las reformas implantadas por el gobierno de Rajoy y avanzar en legislaciones progresistas.
 Diferente es el caso de Podemos, relegado a la cuarta posición en la mayoría de las encuestas luego de haber saboreado las mieles del primer lugar en preferencias electoral a principios de este año. Las últimas semanas parece estar remontando la cuesta, sobre todo después de los debates en los que ha participado su candidato, Pablo Iglesias, que ha sabido dominar con soltura por encima de sus tres contrincantes, como indican los analistas políticos.
Inclusive, los trackings diarios que recibe el PP, dan a Podemos en segunda posición. Así lo transmitió Rajoy a la canciller alemana Angela Merkel, durante la reunión en Bruselas.
El mensaje de Podemos, que apela a la ilusión de ruptura con el pasado que iguala con la corrupción y el mal desempeño, ha calado en una buena porción de votantes tradicionales de izquierda y reanimado a sectores que permanecían excluidos de la política. En un mitin de cierre de campaña en Valencia, Iglesias ratificó su mensaje hacia ese sector.

El sector más apetecido
Determinante será la participación de los indecisos. Un estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) a principios de diciembre, indica que 41.6% de los votantes todavía no ha tomado una decisión acerca de su preferencia.
La misma encuesta ofrece otro dato interesante: 58,2% desea un Ejecutivo que tenga que pactar frente a un 33,6% que prefiere lo contrario, lo que en el argot político español se conoce como "el rodillo".
Un análisis del banco de inversión Bank of America Merrill Lynch, citado este sábado por el diario español El País, advierte que “llevará tiempo resolver el sudoku. Y otra convocatoria de elecciones a corto plazo no puede ser descartada". Los analistas sostienen que "es probable que las negociaciones tras las elecciones sean largas y complejas", y aunque el escenario más claro es un gobierno del PP en minoría o con el apoyo de Ciudadanos “hay otras múltiples opciones posibles”.
Opciones que pasan por la repetición de las elecciones a principios de primavera ante la imposibilidad de formar gobierno; o que, contra todo pronóstico, un partido obtenga mayoría suficiente para gobernar en solitario.
Lo que parece cierto es que el desgaste de los partidos históricos y su correlato de escandalosos casos de corrupción, unido a la la desafección por la dirigencia política, la crisis económica que afectó a millones de españoles llevándolos al desempleo, los recortes de servicios públicos y la precariedad, parecen haber pasado factura a los partidos tradicionales que hace dos elecciones, en 2008, se hacían con casi 84% del total de votos y hoy han retrocedido en simpatías más de 30%.
En medio de una campaña bastante atípica, en la que ha prevalecido mucho la política como espectáculo, con nuevas caras en el tablero de juego que han remecido las bases del viejo bipartidismo, el resultado del domingo, más allá de lo que vaticinan las encuestadoras, es realmente impredecible.