Por Jorge Casado
Sección de Opinión
El autor es periodista, fotógrafo y promotor cultural infantil y juvenil.
En esta fecha celebramos los dominicanos la Independencia Nacional.
Por la ocasión remodelan la antes olvidada Plaza de la Bandera y se le rinde culto a los Trinitarios en el Altar de la Patria, glorioso de día bañado de un cálido sol, aunque sus entornos sean irrespetados bajo el manto de la noche.
Consecuencia de la efeméride, también el Presidente constitucional rinde sus memorias de gestión, encabeza el tradicional desfile militar del Malecón y otorga concesiones de libertad a presos ya recomendados por distinguidas personalidades, por su trayectoria de buena conducta.
Entonces, estamos de fiesta los dominicanos y pocos lo manifiestan enarbolando sus banderas en los frentes de sus casas.
Las razones, cada quien las tiene, como ocurre con cientos de ciudadanos que ignoran la intringulis de su epopeya forjadora de la Nación.
De todos modos, así celebramos los dominicanos, con un despliegue exagerado, que muchas veces parece una competencia entre instituciones públicas y privadas, queriendo demostrar tal vez cuál puede exhibir más banderas en sus fachadas.
Es innegable el orgullo sentido de ver agitarse con el viento el rojo, el azul y la cruz blanca sobre tela con su escudo centrado pronunciando Dios, Patria y Libertad.
Lo triste del caso, es que cientos de centros docentes, en su mayoría públicos, y de lugares apartados de la ciudad capital, carecen de lienzos patrios para sus actividades o se desenvuelven mostrando banderas que el tiempo las ha maltratado inconsientemente.
Por suerte que la Patria no habla, ni llora, ni padece, aunque su memoria parezca agonizar por el maltrato de quienes sólo han procurado mamar su teta hasta que algún día seque de forma irreversible.
Si los muertos salieran y las estatuas se movieran, Emilio Prud'Homme, José Reyes y Los Trinitarios se hicieran sentir hasta ser respetados cada vez que escolares, profesores, altos, medios y bajos funcionarios, o sencillos ciudadanos, entonan en el Altar de la Patría o en actividades oficiales, las maltratadas y resumidas letras del Glorioso Himno Nacional.
Que si perdón, por pendón
Que si resto, por reto
que si tembló, por templó
que si activa, por altiva
A la verdad, es tan frecuente oir estos cambios de palabras, que muchas veces nos preguntamos confundidos si será nuestro el error, de los que conocemos las reales letras de nuestra canción patria.
Qué está pasando con la correcta promoción de los valores civicos, morales y patrióticos.
Alguien tendrá la respuesta y sabrá qué hacer.
Ojalá sea pronto.