Redacción Central
Fuente. Quivo
Fuente. Quivo
El pequeño bebé de Lindsey Bell, Rory,
nació muerto después de que ella sufrió pre-eclampsia y decidió
compartir sus memorias de la tragedia y del tiempo con su "precioso
varón"
MUNDO.- Lindsay Bell ya había tenido
tres niños y con todos había sufrido de pre-eclampsia. En los primeros
dos casos, cuando su presión sanguínea subió demasiado, tuvieron que
inducirle el parto. En el tercer caso no tuvo problemas durante el
parto.
En el caso de su cuarto hijo, Rory, el embarazo no
había sido planeado pero igual estaban muy felices. Como la madre ya
estaba clasificada como riesgo, tuvo controles regulares y todo estuvo
bien.
Pero a las 28 semanas un examen reveló
que el bebé era más pequeño de lo normal. Un bebé pequeño es signo de
pre-eclampsia. La madre trató de estar tranquila pero comenzó a sentir
que algo estaba mal.
Al pasar las semanas, su salud se deterioró. La
presión sanguínea estaba demasiado alta y los dolores de cabeza no
cesaban. Además, estaba demasiado hinchada pero una enfermera le dijo
que regresara a su casa.
El bebé se movía mucho
en el control y el médico le dijo que todo estaba bien y le recetó un
medicamento para la presión. Pero esa noche, la mujer sintió un dolor
fuerte en la panza. El esposo la llevó al hospital creyendo que estaba
en trabajo de parto.
Cuando llegó al hospital le hicieron exámenes y al querer escuchar el sonido del bebé sólo hubo silencio. "Lo siento mucho, pero me temo que perdiste a tu bebé," le dijo el médico, y su mundo se vino abajo.
Los
médicos le dijeron que tenía que tener a su hijo y ella se negó. Pero
una hemorragia la llevó rápidamente al quirófano. Cuando despertó, había
estado en coma por dos días y durante algunos días más estuvo bajo el
efecto de los calmantes.
Aunque al principio fue difícil, durante los 15 días de su recuperación
ella vio a su pequeño fallecido todas las veces que quiso. Cuando
regresaron a su hogar, llevaron al bebé y por una noche hicieron todo lo
que hubieran hecho con su hijo durante el primer año.
Le leyeron historias, lo acostaron en la cama, lo cambiaron y lo
bañaron. Luego, toda la familia se despidió y procedieron a hacer el
funeral y el entierro. La madre, además, tiene una vela para recordar a
Rory y promete que nunca dejará que se apague.